jueves, 10 de marzo de 2011
Carlos Hugo, el príncipe intrépido Obituario de Carlos Hugo en el diario El País
Con el fallecimiento del príncipe Carlos Hugo de Borbón, el 18 de agosto, espero que no se repita la fea costumbre de llenar de ditirambos a quien en vida se le quiso rodear de silencio. Que los estudiosos coloquen en el lugar histórico que se merece al príncipe de los carlistas, que junto a sus defectos portaba reconocidas cualidades de sabio, inteligente, intrépido y, por encima de todo, honesto.
Le vi hace dos meses, en el rincón de la costa catalana donde vivió estos dos últimos años. Disimulando las huellas de su penosa enfermedad con la vitalidad que conservaba a los 80 años y olvidando recomendaciones dietéticas, hablamos más de lo humano que de lo divino alrededor de una fritura de pescado y unas cervezas, sabiendo que posiblemente sería nuestra última tertulia. Se explayó sobre lo que ahora estaba investigando y escribiendo: el gobierno de las finanzas globales, las políticas monetarias y el desarrollo de los pueblos.
El líder carlista, jefe de la dinastía Borbón-Parma, duque de Parma, profesor en Harvard, graduado en Oxford y la Sorbona, conspirador antifranquista, expulsado de España por Franco en 1968 a punta de metralleta, renovador ideológico del carlismo junto a sus hermanas Mª Teresa, Cecilia y Mª de las Nieves, orgulloso de los cuatro hijos de su matrimonio con la princesa Irene de los Países Bajos, protagonista desde el exilio de la Transición a la democracia... fue un rebelde con causa.
Don Carlos tuvo una infancia y adolescencia marcadas por el compromiso de su padre, el viejo rey Javier, en la Guerra Civil española que sus requetés ganaron en las trincheras y perdieron en los demás frentes, y en la Segunda Guerra Mundial como colaborador de la Resistencia, apresado por Hitler y condenado al campo de exterminio de Dachau. Aquellas vivencias le enseñaron, decía, a no amilanarse ante las adversidades.
Expulsión de España
Con ese bagaje, más la preparación académica y el ejemplo paterno, se lanzó al empeño que lo convierte en protagonista de la España del siglo XX: la compleja transformación de una arcaica Comunión Tradicionalista en un Partido Carlista popular, enfrentado al fascismo de Franco y comprometido con la libertad y la democracia desde un pensamiento socialista.
Ese fue su proyecto político. No cabe, pues, describirlo como un pretendiente o un aventurero. Por eso, cuando Franco se percató de que el príncipe carlista había desprovisto al régimen de una de sus patas ideológicas, en 1968 expulsó de España a toda la Familia Borbón-Parma. La oligarquía, gran parte de la nobleza y la más rancia derecha social y política española y europea nunca perdonaron a Carlos Hugo su trayectoria política, hasta el punto de querer ignorar la cordial relación con su primo Juan Carlos I, sin renunciar a sus derechos históricos.
De regreso a España en 1978 desde el exilio, dejó claro que no venía a disputar el trono, sino a encabezar un partido político democrático, el Carlista, que sin apoyos internacionales y financiado con el patrimonio de los Borbón-Parma puesto al servicio de la causa, no obtuvo réditos electorales. Ahí terminó una apasionante andadura. En 1980 aceptó la invitación de su amigo el Nobel de Economía John K. Galbraith para investigar y enseñar en la universidad de Harvard.
De vuelta a Europa en 2000, reclamado por el Gobierno regional de Parma (Italia), en los últimos años ha revitalizado ese ducado tan ligado a la monarquía española. Su Alteza Real Don Carlos Hugo de Borbón-Parma y Borbón, como jefe de la dinastía carlista, ha sido depositario del legado histórico de una rama de la Casa Real española que ahora recae en su primogénito, Carlos Javier de Borbón-Parma y Oranje Nassau.
Genio y figura, nos ha dejado mientras miraba al Mediterráneo, ligero de equipaje.
Fernando García-Romanillos es periodista.
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